Begoña Tenés emociona amb un pregó carregat de records i de referències a persones de la seua història de festes

Publicada per Comunicación Ayto. de Petrer el

PREGÓ DE LES FESTES PATRONALS DE PETRER 2022

Buenas noches a todas y a todos.

Irene Navarro, Alcaldesa de Petrer, Ana Tortosa, Concejala de Fiestas, os doy las gracias por este regalo que recibo con muchísima alegría y respeto. El día de hoy ya va a quedar marcado en mi historia personal y en la historia de mi familia.

GRACIAS a todos los que habéis venido hasta aquí y GRACIAS por tantas muestras de cariño recibidas.

Supe lo que verdaderamente significaba mi pueblo para mí cuando viví fuera durante ocho años. Cuando venía a casa y desde el tren empezaba a ver el Cid, sentía un estremecimiento que antes no había percibido. Y después, siempre tenía la necesidad de hacer alguna caminata por nuestras montañas o por alguno de nuestros parajes. O de pasear por nuestro precioso casco antiguo. De subir a la ermita, al Cristo…

Necesitaba impregnarme de Petrer. Era como si con ello me reafirmara en mis raíces, como si al poner los pies en mi tierra, pusiera también los pies en el suelo.

Siempre, en aquellos paseos, mi mente se llenaba de recuerdos. Y muchos de esos recuerdos tenían que ver con nuestras Fiestas Patronales.

Mis recuerdos más antiguos de estas fiestas tienen que ver con la inocencia de una niña que se sorprendía por todo durante aquellos días y también en los días previos. En la calle San Hermenegildo, las vecinas (y digo las vecinas porque las mujeres siempre son las que más han manejado ese cotarro) se ponían manos a la obra para dejar la calle preciosa. Se pintaba el suelo, se colgaban abalorios de colores y se llenaba la calle de macetas preciosas. Los niños ayudábamos con lo que nos decían. ¡Pues no hicimos cadeneta de papel de seda mis amigas de la calle y yo! Algunos hombres también participaban. Mi padre se subía a la escalera para colgar los adornos. Pero recuerdo que la calle de la Virgen siempre quedaba más bonita que la nuestra. Era un vergel. “Claro, como está la Virgen…”, pensaba yo. Confieso que me daba un poquito de envidia, pero es que en esa calle lo preparaban todo con una especie de liturgia que lo hacía especial. ¡Hasta el verde de las plantas parecía más verde!

También en esos días previos, iba con mi madre a comprarme ropa. Ropa para estrenar el día de la Virgen, ropa “de mudar”. Y a lo mejor te cocías, porque era de lana o de pana, pero es que esa era la ropa “de mudar” que tenía que servir para todo el invierno, ya no había más.

Y llegaban los días de fiesta. Íbamos a ver la Salve Marinera, que para mí era una cosa muy especial, con esas voces tan perfectas y armoniosas… me maravillaba. Y luego nos subíamos para casa a ver la Alborada desde la terraza. Recuerdo la carita de mi hermano, chiquitín, mirando para arriba con la boca abierta como si estuviera viendo algo que venía del más allá. Mi casa era alta y nuestra terraza era un lugar privilegiado, a pesar de que estábamos siempre con miedo de que nos callera algún casquillo en la cabeza, porque los veíamos caer bien cerca.

Los almuerzos por la mañana, la banda de música que pasaba bien temprano… Y luego íbamos a visitar otros barrios. Me encantaba ir al Barrio de Salinetas porque allí hacían siempre muchas actividades y algunas de mis amigas del cole (que siguen siendo mis amigas) salían de majorets.

La música tradicional, tan importante siempre en todas nuestras fiestas, los nanos i gegants, les carasses… Lo que más recuerdo de las “carassas” de aquella época es la risa que me daba cuando veía venir disfrazado con sus tacones a ese cuerpo grandote y un poco contrahecho que era Pablo Carrillos. Se sabía que era él a 300 metros, pero yo creo que a él le daba igual, él era feliz. Entonces había mucho éxito de participación. Cuentan que hubo un día, en aquellos primeros años que se llegaron a registrar casi mil carasses. La verdad es que pasaban y pasaban y no terminaban nunca.

Y la procesión. Yo no soy una persona muy religiosa, pero cuando veía venir a la Mare de Déu del Remei, tan bonita, con toda esa gente mostrando su devoción, su respeto… uy, recuerdo cómo me estremecía. Porque ella representaba la hermandad, la unión de todo un pueblo durante esos días, la espiritualidad en su sentido más amplio.

Y nos hicimos más mayores. Con mis amigas he estado recordando mucho últimamente aquellos días de fiesta en que éramos jóvenes. De esa época ya no recuerdo tanto las cosas que se vivían por el día. Pero por la noche… ¡ay, la noche! Quedábamos ya por la tarde (había que coger una chaqueta porque más tarde haría frio. A veces, mucho frio) y a Tasca Tonel o a Jamaica o a los Vizcaínos, que era bien barato. Y luego a los conciertos en la Explanada. Vimos a Mecano, Revólver, Los Secretos, Héroes del Silencio, Inhumanos, que eran un montón y estaban como una cabra… A veces nos intentábamos colar en los camerinos para poder hablar con ellos o conseguir un autógrafo. Qué pesadas nos poníamos con Cecilio para que nos dejara pasar. También íbamos a las verbenas de los barrios.

Llegaba muy tarde a casa. De puntillas, claro, para no despertar a nadie. Pero al día siguiente había que levantarse para ayudar un poquito a la iaia que estaba haciendo las faseguras. Mis abuelos vivían debajo de nosotros y ese día se abría el comedor, el grande, el que sólo se abría el día de la Virgen y el día de Navidad, y se sacaba la mejor vajilla y cubertería, la mantelería de hilo… Y el iaio, discretamente me decía al oído “hoy has llegado con el gallo, eh, amiga”. Eso quería decir que había llegado al amanecer, porque, enfrente de casa, mi tío Alberto tenía un pequeño corral con gallinas y el gallo era el despertador de mi abuelo, el más madrugador de la familia.

Así que el día de la Virgen era, en aquellos años, un día un poquito de resaca, pero ese plato de faseguras lo arreglaba todo. Siempre ha sido mi comida favorita y ahora me doy cuenta de que, inconscientemente, ha sido porque en esa comida hay muchos de mis recuerdos en familia, de mis raíces…

Y nos hacemos más mayores todavía. De unos años a esta parte vuelvo a vivir las fiestas más por el día, porque con niños es otra cosa. Me he visto reflejada en la carita de Diego y Daniel, mis hijos, de pequeñitos, viendo a los Nanos i Gegants y el correfoc.

Y lo más importante, la mascletá desde casa de mis tíos, Antonio y Mari Nieves, en la Explanada, que con esa generosidad sin límites que les caracteriza, ya han convertido en tradición abrir las puertas de su casa a tantos amigos que se acercan hasta allí ese día a comer la longaniza que nace de una parra. Y llegan mi padre y Ani, guapos a reventar, y todos sus amigos, que son como mi familia. Y los veo tan bien, tan contentos… Y cuánto echamos de menos a mi madre, también ese día.

Las Fiestas Patronales son como esa cajita llena de tesoros que contiene nuestras tradiciones más importantes. La música, los bailes, la liturgia, los juegos…

Y me paro a pensar en todas las generaciones que vivieron la fiesta antes que nosotros, desde al menos 1630. Y pienso que, si hemos llegado hasta aquí, es porque generación tras generación, ha habido vecinos valientes y, sobre todo, muy generosos, que se han empeñado en que perduraran en el tiempo. Y a todos ellos quiero darles las gracias. A los que ya no están y a los que siguen aquí.

Gracias a la Cofradía de la Virgen del Remedio, a sus camareras y sus mayordomos, por ese trabajo que hacéis, tan necesario, de cuidar cada detalle que tiene que ver con Ella, y no sólo eso; a la Colla El Terròs, que habéis conseguido que a día de hoy estemos absolutamente familiarizados con nuestra música tradicional; a las bandas de música; a la Colla Gent de Nanos; a la gente de los barrios que trabaja desde el anonimato; a los que seguís saliendo de carassa con la misma ilusión de hace tantos años, más en el anonimato todavía; a Kaskaruja, me maravilla esa asociación de gente tan joven, ¡qué bonito lo que estáis haciendo!

Porque en un mundo en el que lo digital, lo tecnológico, nos ha convertido en seres cada vez más individualistas, más aislados y deshumanizados, mantener las tradiciones nos devuelve la esperanza, nos une, nos hace más humanos, más libres.

Salgamos a la calle, convivamos, bailemos al son de nuestra música tradicional, vivamos también en algún momento un cierto recogimiento en familia.

Celebremos la vida aquí, en este lugar maravilloso y privilegiado donde nos ha tocado vivir.

I ara sí, en la llengua del meu poble, dels meus avantpassats, anuncie, amb el cor ple d’alegria i d’agraïment, que ja comencen les festes de Petrer en honor a la Mare de Déu del Remei.

Visca la nostra Mare de Déu!

Visca Petrer!